Mindfulness n.13: Feminidad Consciente

 

Este artículo es el nº13 de la serie relacionada con el Mindfulness: Feminidad Consciente

Una mujer que toma conciencia de su ciclo y las energías inherentes a él también aprende a percibir un nivel de vida que va más allá de lo visible; mantiene un vínculo intuitivo con las energías de la vida, el nacimiento y la muerte, y siente la divinidad dentro de la tierra y de sí misma. A partir de este conocimiento la mujer se relaciona no sólo con lo visible y terrenal, sino con los aspectos invisibles y espirituales de su existencia.

En el pasado se reconocía que la naturaleza femenina, tan similar a la de la luna, no hacía más que demostrar el vínculo que unía así la mujer con el universo; a través de su cuerpo ella experimentaba de forma intuitiva la conexión entre todas las formas de vida, la falta de distinción entre lo divino y la creación, y el ciclo de la vida, la muerte y el renacimiento. Fue a través de este estado alterado de conciencia que tenía lugar todos los meses como las chamanas/curanderas, y más adelante las sacerdotisas, aportaron al mundo y a su propia comunidad su energía, claridad y conexión con lo divino. La curación, la magia, la profecía, la enseñanza, la inspiración y la supervivencia provinieron de su capacidad de sentir ambos mundos, de viajar entre los dos y de llevar sus experiencias de uno a otro.

Estas mujeres simbolizaban el equilibrio de la conciencia, y las energías femeninas dentro de una sociedad y una religión dominadas por los hombres, representaban una clara amenaza para la estructura masculina. Durante la época medieval se las persiguió sin tregua hasta virtualmente destruir la tradición de la bruja o hechicera en la sociedad. Con el paso del tiempo la sociedad terminó por negar la existencia de esos poderes femeninos

El hecho de que a la mujer se le haya negado la posibilidad de experimentar la espiritualidad en forma activa la ha llevado a aceptar una religión estructurada y dominada por los hombres, y evidentemente también ha tenido como resultado el total desconocimiento de su propia espiritualidad innata. La opresión de la espiritualidad femenina es un evento relativamente reciente en la historia de la humanidad, pero se ha llevado a cabo de un modo tan exhaustivo que solo quedan rastros de ella en el folklore occidental, la arqueología, los mitos y las leyendas. Pero sobre todo está presente en el interior de la mujer, que aún necesita experimentarla directamente a través de sus cuerpos, y los hombres a través de las mujeres. Con la invasión femenina del «mundo masculino», el avance de la mujer ha sido netamente intelectual: le falta la comprensión intuitiva y la creatividad que conforman la base de su naturaleza.

Resulta de vital importancia que sea ella quien ponga remedio a esta carencia y traslade su naturaleza cíclica a su lugar de trabajo y su comunidad; que incite a la sociedad a considerar sus atributos femeninos como una fuerza positiva y sustentadora en todas las áreas de la vida —el trabajo, el mundo empresarial, la familia, las relaciones, la educación, la medicina y el crecimiento y los objetivos personales—, y que colabore en la creación de pautas, distintos enfoques y nuevas tradiciones que sirvan de guía a otras mujeres.

Bibliografía: “Luna Roja” de Miranda Gray

 

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